Ella
puso su cartera en una silla y se quitó la casaca. Él se quitó la correa, la
billetera, el celular y el reloj. Los dejó en su mesa de noche. Apagaron las
luces y ambos se recostaron en la cama, algo incómodos por las dimensiones de
la misma. Pasaron como una hora en silencio, no podían dormir. Él se acomodó
dándole la espalda. Media hora más tarde ella se giró y preguntó casi
susurrando:
-Oye...
¿puedo abrazarte?
Él
se tomó unos segundos para responder.
-Sí,
claro.
Se
acomodaron.
Pasaron
5... 15... 20... 25... 26... 27... 28 minutos en silencio. Ella habló.
-Me
encanta esto, ¿sabes? Me quita un gran peso de encima.
-¿A
qué te refieres?- respondió Él algo tosco.
-A
esto. Tú y Yo. Aquí abrazados, juntos, hay un feeling nuevo... es decir, ha
pasado tanto tiempo desde la última vez que te vi... No pensé poder pasar un
momento así de nuevo contigo. Me has hecho mucha falta.
-Oye,
cuando te deje quedarte no fue para...
-No,
no. No me malinterpretes. Sé cuál es nuestra relación ahora, no somos más unos críos.
Solo que, es reconfortante. Me siento muy a gusto. Eso es todo.
Él
no dijo nada más. Hasta 2 minutos y 23 segundos después.
-Sí,
lo es para mí también. Pero, creo q será mejor que te duermas.
Ella
cerró los ojos y no pudo dormir en toda la noche. Se quedó dándole vueltas a
las imágenes que su mente traía en la oscuridad. Escuchando el tic-tac del
reloj. Escuchando una vieja canción...
-¿Sabes
cuánto dura una noche?- Se preguntó en la mañana.
Ya
tenía la respuesta.
Cogió
sus cosas y con un beso en la mejilla se despidió de Él.
Ya
han pasado 4 años. Él
se fue a Venezuela. Yo
vivo con Ella.
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