viernes, septiembre 01, 2006

Pooh...

Era de noche. Piero aún seguía despierto en casa. No podía dormir, la culpa y el desaliento de haber sido dejado por su enamorada no abandonaban su cabeza y esto lo atormentaba. La extrañaba; podrían haber estado juntos esa noche. Decidió apagar todo y tratar de dormir un poco. Estaba desganado.
Una vez en su cama no dejaba de mirar la puerta esperando a que Paula entrase. Ella entraba por la puerta del jardín, lo cruzaba y llegaba al cuarto sin ningún problema. Habían sido varias las ocasiones en que los dos se encontraban usando ese método tras alguna fiesta ya que su cuarto y el de su hermana Lorena estaban algo alejados al de los demás y así Paula podía entrar de noche sin ser escuchada.
Pensó en su hermana. Ella no llegaría a casa hasta muy tarde puesto que se había ido a una fiesta de la universidad. Iban a ir juntos ya que Paula también estaría ahí, pero debido a la ruptura y no admitir que le causaría molestia verla dijo que se quedaba en una chupeta en la casa de un amigo y que no llegaría hasta el otro día.
Pensó en sus padres. Ellos no llegarían hasta dentro de tres días ya que se quedaban en su casa de playa con unos amigos suyos.
Pensó en él. Tenía la casa vacía, toda para él, pero la depresión hizo que no se decidiera a hacer nada.

Pasaron las horas y parecía que por fin se dormiría de no ser por el sonido de la puerta que se abrió con estrépito. Unas risas inundaron el ambiente. Reconoció a la de su hermana quien al parecer había traído a alguna de sus amigas. Él siguió escuchando. Escuchó una botella y unos vasos y el movimiento de los muebles esperando a que se hiciera el silencio de nuevo a lo que obtuvo como respuesta un sonido extraño y risas que no acababan.
-¡Carajo, cállense!- pensaba.
Esperó un rato más e irritado salió a callar a las dos borrachas ya que ni la lejanía de las habitaciones bastaba para descansar. Caminó sin ruido hasta la sala, estaba decidido a callarlas pero al llegar el corazón casi se le detiene, sus ojos se abrieron en simultaneo con su boca. Dio media vuelta y se fue tratando de olvidar aquella imagen espantosa. Sólo atinó a murmurar un “Pooh....” cuando lo escuchó:
-Mmmm qué rico... hace tiempo que no lo hacemos, vamos, quítatelo- dijo Paula
-Lo que tu quieras mi amor...- respondió Lorena

Y Piero siguió su camino añadiendo “...tamadre”


Enero-03

Lados Oscuros

El reloj marcó las trece horas. Joaquín y Ángela salieron de la oficina como siempre para almorzar pero con la diferencia de que aquel día era miércoles y por tal ya no irían al viejo café sino al nuevo hotel tres calles más abajo donde liberarían sus tensiones.
Él no era muy alto, tenía cabello castaño, un espíritu jovial y 27 años. Un buen sujeto. Ella 36, alta, cabello negro y tez clara, buenas piernas y una mirada penetrante. Divorciada.

Al volver al trabajo cada uno puso como siempre toda su atención en los documentos y otros papeles que justificaban su sueldo. Una hora pasó y Ángela salió de la oficina sin dar explicaciones; no tendría por que darlas, ella era la jefa, además de dejarle encargos a su secretaria y el cargo al supervisor. Una salida normal como en cualquier trabajo para alguien de su rango.
Llegadas las seis de la tarde y ya sin trabajo pendiente, Joaquín pidió permiso y salió hacia su hogar donde Silvana, su esposa, lo esperaría como de costumbre para charlar de sus cosas.
Subió al auto y al salir del estacionamiento fue bombardeado de nuevo por el cargo de conciencia.
-¡Rayos! ¿Qué es lo que hago? Me prometí no volverlo a hacer, mi Sisi no se merece que le hagan algo así. A mí tampoco me gustaría que me lo hiciera. Todo ha pasado tan rápido... ¿Cómo fue que afloró este lado oscuro? Se me hace tan difícil decir que no... es rico y nadie se entera... buen amante y buen esposo a la vez... ¡A la mierda! Yo también necesito acción en mi vida... pero ella es tan buena esposa.... no sé qué hacer.

Paró el auto. Se bajo y entró a la florería. Salió de ella con una caja con rosas. Sería un regalo sorpresa para su esposa y así ponerla contenta, además de apaciguar a su conciencia.
Subió al auto y se marchó a casa.

El choque de la llave y la ranura, el girar de ella y el sonido de la puerta delató la llegada de Joaquín a su hogar. Buscó despacio a su esposa, mas no la encontró. Fue al segundo piso y nada.
-Que raro... –pensó. Escuchó un ruido. –debe estar en la otra sala –se dijo y marchó hacia aquel lugar.
Entró en ella diciendo: -¿Sisi? Cielo mira lo que te tra.... –solo para verse interrumpido por aquella imagen. Lentamente subió la mirada. Ella estaba tirada en el suelo, nadando en un charco de su sangre. Ángela lo miraba desde su lugar en el sofá riendo entre dientes, con sus piernas cruzadas y aquel revólver apuntando al horrorizado infeliz.Sólo escuchó el sonido hueco de la caja tocar el suelo.