viernes, septiembre 01, 2006

Lados Oscuros

El reloj marcó las trece horas. Joaquín y Ángela salieron de la oficina como siempre para almorzar pero con la diferencia de que aquel día era miércoles y por tal ya no irían al viejo café sino al nuevo hotel tres calles más abajo donde liberarían sus tensiones.
Él no era muy alto, tenía cabello castaño, un espíritu jovial y 27 años. Un buen sujeto. Ella 36, alta, cabello negro y tez clara, buenas piernas y una mirada penetrante. Divorciada.

Al volver al trabajo cada uno puso como siempre toda su atención en los documentos y otros papeles que justificaban su sueldo. Una hora pasó y Ángela salió de la oficina sin dar explicaciones; no tendría por que darlas, ella era la jefa, además de dejarle encargos a su secretaria y el cargo al supervisor. Una salida normal como en cualquier trabajo para alguien de su rango.
Llegadas las seis de la tarde y ya sin trabajo pendiente, Joaquín pidió permiso y salió hacia su hogar donde Silvana, su esposa, lo esperaría como de costumbre para charlar de sus cosas.
Subió al auto y al salir del estacionamiento fue bombardeado de nuevo por el cargo de conciencia.
-¡Rayos! ¿Qué es lo que hago? Me prometí no volverlo a hacer, mi Sisi no se merece que le hagan algo así. A mí tampoco me gustaría que me lo hiciera. Todo ha pasado tan rápido... ¿Cómo fue que afloró este lado oscuro? Se me hace tan difícil decir que no... es rico y nadie se entera... buen amante y buen esposo a la vez... ¡A la mierda! Yo también necesito acción en mi vida... pero ella es tan buena esposa.... no sé qué hacer.

Paró el auto. Se bajo y entró a la florería. Salió de ella con una caja con rosas. Sería un regalo sorpresa para su esposa y así ponerla contenta, además de apaciguar a su conciencia.
Subió al auto y se marchó a casa.

El choque de la llave y la ranura, el girar de ella y el sonido de la puerta delató la llegada de Joaquín a su hogar. Buscó despacio a su esposa, mas no la encontró. Fue al segundo piso y nada.
-Que raro... –pensó. Escuchó un ruido. –debe estar en la otra sala –se dijo y marchó hacia aquel lugar.
Entró en ella diciendo: -¿Sisi? Cielo mira lo que te tra.... –solo para verse interrumpido por aquella imagen. Lentamente subió la mirada. Ella estaba tirada en el suelo, nadando en un charco de su sangre. Ángela lo miraba desde su lugar en el sofá riendo entre dientes, con sus piernas cruzadas y aquel revólver apuntando al horrorizado infeliz.Sólo escuchó el sonido hueco de la caja tocar el suelo.

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