jueves, mayo 29, 2014

Raquesh

Existía una bahía. Las corrientes del mar habían traído a diferentes personas de distintos lugares. La mayoría esclavos libres, pequeños comerciantes, ladrones, vagabundos, desahuciados…
La zona, árida y poco fructífera a comparación de otras, había sido olvidada por las naciones e imperios antiguos, lo cual permitió que los habitantes que decidieron establecerse ahí, desarrollarse y multiplicarse. La bahía con los años se volvió un puerto muy comercial, mas no por esto una ciudad bella y rica, por el contrario, poseía un panorama pobre y desordenado. Quien llegaba sólo veía casas mal construidas, algunas ruinas y propiedades abandonadas, caminos de tierra y piedras, mucha gente en movimiento, un mar entre verde y marrón y embarcaciones de madera.
Existían tres clases de habitantes dentro de la ciudad: los comerciantes, que al tener un negocio propio eran considerados los más ricos, los trabajadores como clase media, y los pobres conformados por enfermos, ladrones e incapacitados. Sin embargo, en aquel lugar, nadie ostentaba ni un poco de lo que tenía, por miedo a robos y celos del resto, por lo que todos vestían casi igual.
Entre la gente un muchacho corre lo más rápido que puede. Llega a casa y con tono desesperado busca a su padre. Raquesh, era un joven de 14 años, el segundo de tres hijos, hábil en deportes y las artes manuales.
-¡Padre! ¡Padre!-Gritaba por toda la casa
En el segundo piso, se encontraba su hermano menor. Nesh, de 10 años, nació mudo. Debido a su discapacidad los demás niños de su edad no querían jugar con él y aún era muy pequeño como para ayudar a su padre en las labores, por lo que pasaba sus días encerrado en casa, ayudando a mantenerla y confeccionando pulseras y collares de tela para que su padre pudiera venderlas.
-¡Nesh! ¿Papá aún no vuelve?- Nesh movió la cabeza como diciendo “no” e hizo un ademán de que aún no volvía de trabajar.
-Hermano, por favor, confeccióname el tocado más bello, la pulsera más hermosa,  el collar más exquisito.-
Nesh lo quedó mirando.
-Alguien ha pedido a Nahaire- exclamó y salió corriendo.
A unas cuadras de su casa, estaba el puerto, en el puerto un mercado y en el mercado quedaba la tienda del Padre de Raquesh. Rama era un comerciante de ollas, artículos de metal y algunos textiles. Rama era un adulto no muy viejo pero su rostro severo lo hacía parecer mayor. Rama había sido abandonado por su esposa al poco tiempo de nacer Nesh. En una pelea por la poca comodidad de ofrecía el comerciante, ella decidió irse con un marino de las tierras del norte. Desde entonces Rama se volvió un poco huraño y algo amargado.
-¡Padre! ¡Padre! –llegó Raquesh gritando
-Que sucede Raquesh? Estoy trabajando.-
-Papá necesito que me prestes 500 monedas de oro-
-¿¡Qué estás diciendo!? Eso es mucho dinero. ¿Qué has malogrado?-
-Nada papá. Han pedido a Nahaire.-
-¿Quién es esa? ¿Cómo lo sabes?
-Frente a su casa, en la pared, han escrito “Nahaire” en tinta roja.
-Bah, tonterías, esas son sentimentalismos antiguos. No significan nada. Ya deja de asustarme así y vete a ocuparte de tus asuntos.- Y empujándolo hacia afuera de la tienda Rama siguió en sus asuntos.
Raquesh, calmó la desesperación pero no pudo evitar la sensación de vacío. Nahaire, era la única hija de un comerciante de frutas. Era huérfana de madre. Su padre andaba más preocupado por sus negocios que por ella, a la cual le repetía seguido que no había traído nada bueno a su casa. Solitaria, se refugiaba en su grupo de amigos, donde Raquesh no dejaba de mirarla.
Desconsolado Raquesh llegó a casa. Se sentó a la mesa a pensar, cuando en eso llegó Tam, su hermano mayor. Tam, de 17, era guapo y corpulento. Su habilidad y fuerza le habían conseguido la supervisión del taller de su padre, logrando una mayor producción y por ende, ingresos independientes para él.
-¿Qué pasa hermano? Te veo triste.- Dijo Tam.
-Nada hermano. Estaba pensando cómo conseguir dinero. Tú sabes… para ser como tú y papá- mintió.
-Trabaja duro, deja de perder el tiempo aquí y procura no mentirme- respondió. –No es el dinero lo que te preocupa. ¿Qué es?-
-No nada. Es dinero nada más-
-Ah, ¿sí? ¿Como éste? –dijo sacando un cofre con monedas de oro.
-¿De dónde lo sacaste?- exclamó Raquesh
-Promete guardar el secreto. Pienso pedir a la hija del frutero como esposa. Ya lo anuncié en su pared. Me enteré que su negocio no va bien por la sequía, así que no hay pierde. Ella es bonita y joven, será una buena esposa. En unos meses, para cuando cumpla 18, le pediré a nuestro padre que solicite una reunión formal. ¿Qué te parece?
Raquesh no dijo nada.

Uy Altomayo... Qué pasó?

Están deforestando!? Hay que escoger mejor esas imágenes.