jueves, octubre 02, 2008

La Calle 3

"...y será mejor que te des prisa."

Juan colgó el teléfono. La puerta de madera se cerró al salir Juan de la casa con rumbo a la vieja esquina donde terminaba la calle 3 donde por fin sabría toda la verdad. Tenía la seguridad de que en ese lugar el hombre de negro que se mostraba vigilante a lo lejos le diría lo que quería saber. Su andar llevaba prisa, su actitud delataba nerviosismo y su mirada apuntaba con velocidad a todos lados puesto que la ansiedad lo deboraba. La calle se hizo larga. La noche soltaba sus sombras que cubrían de a pocos el panorama. Trató de relajarse. No había notado que Susana venía también por la esa calle. Al estar cerca Susana saludó.

-Hola Juan, ¿a donde vás?

-Hola Susy... este... voy a la esquina un rato. Oye, discúlpame pero llevo algo deprisa, hablamos después ¿sí? –dijo con voz evasiva y algo nerviosa.

-Esta bien, anda. Nos vemos. –se despidió y siguió con su camino tratando de ocultar en su mirada aquella culpa que la asfixiaba.

No podía quitarse de la mente aquellas imágenes. No sabía cuánto tiempo podría ocultarle al mundo que fue irresponsable y salió embarazada, que fue mentirosa y no se lo dijo al novio... y que peor aún, había abortado y ahora era una asesina. Susana llegaría a su cuarto y se echaría a llorar. Una semana después el novio pagaría a un doctor lo respectivo por el lavado de estomago que le salvaría la vida a Susana tras haber ingerido pastillas para matarse.


A Juan le sudaban las manos. Iba ya casi a la mitad de la calle 3 cuando su buen amigo Joaquín le pegó un grito desde la vereda contraria.

-¡Hey, Juan! Mañana nos hacemos una pichanga con los muchachos!! ¿Vas?

-¡Ya, chvre hermanito! –respondió tratando de quitárselo.

-¡Yo pongo el cevichito! ¡No seas falla!

-¡Listo, hablamos!- y siguió con su camino sin pensar en lo dicho.

Joaquín había recibido un asenso con después de haberse desempeñado de forma espectacular en la cama de su jefa. Joaquín llegaría a su casa y le daría la noticia de aquel asenso a su mujer la cual tras felicitarlo le echaría mano a su cheque y le daría un “buen uso” en algún centro comercial. El puesto sólo le duraría 3 meses.


Los pasos se aceleraron. La calle 3 lucía sin vida. Solo eran él, el hombre de negro en la esquina y un auto que venía haciendo mucho ruido dejando atrás a Diana paralizada por el miedo en el callejón donde vivía. Su padrastro la había amenazado otra vez con matarla si los descubrían. Diana solo podía sentir como su espalda era arañada por los ladrillos, mientras aquel animal gozaba con su cuerpo. Sentía las manos, el miembro, el aliento, el dolor, el miedo, el asco y la forma de proteger a su pequeña hermana del mismo destino. Diana, de 15, no dormiría esa noche. 24 meses después la adoptaría un convento. 28 meses después los vecinos encontrarian el cuerpo del padrastro descuartizado en su baño.


Juan, sudando frío, llegó por fin a la esquina. El hombre de negro y Juan se miraron y entraron al local. Intercambiaron unas palabras. El hombre sacó un papel del bolsillo y se lo entregó a Juan. Había llegado el momento. El papel miraba a Juan. Juan lo observó. Levantó la mirada y con el mayor gesto de alegría que alguna vez pudo haber tenido dijo:

-Es realmente algo increíble!! No puedo creer que la selección haya clasificado al mundial. Aquí está todo! a 2 puntos de Chile!! DESPUÉS DE TANTO!!! Pucha, cómo me perdi el partido...

-Si pues, y como demanda la ocasión ¡A celebrar! pe` chino. A que hora cae la gente?

-En un rato caen... mas bien, creo que hay una pichanga mañana, Vamos pe` !Salud! –y alzaron las cervezas pensando en lo perfecto de ese día.


Mario Valdivieso W.

02-Jun-2003